SWEENEY TODD (II): TIM BURTON, 2007


Un personaje con una historia tan negra como Sweeney Todd, es el aliciente ideal para la gestación de una superproducción a manos de Tim Burton. El director quedó fascinado por el musical de Stephen Sondheim en Londres sobre el mismo personaje, en los años ochenta, e intentó por todos los medios hacerse con los derechos de autor y llevar la obra teatral a la gran pantalla. A pesar de ello, inicialmente se pretendía que el director fuese Sam Mendes, y el protagonista Russell Crowe.

Mientras que Stephen Sondheim se preocupó únicamente por el impacto y la repercusión de la obra, Burton sitúa la trama de la historia en una ciudad gótica y victoriana, donde predominan los colores negro, gris, rojo y blanco en una escenografía guiñolesca, como suele ser usual en sus películas, pero de un modo aún más tenebroso y tratando de hacernos reflexionar. Londres es reflejada como una ciudad oscura, viciada, donde reina la maldad y los personajes que recorren sus calles, casi expresionistas y repletos de humor negro, no dejan lugar a dudas sobre la dualidad que Burton pretende reflejar.

El director reivindica todo su poder narrativo y estético convirtiendo este film en una obra de autor indiscutible y en un género en sí mismo, pues a pesar de que los rasgos burtianos y el musical predominan durante toda la película, se ponen por completo al servicio de la historia, y no al contrario, como suele ocurrir. La fascinación del director por el protagonista se hace patente en todo momento al tratar de mostrar al espectador las razones que pueden llevar a una persona a descender a un abismo tan negro, lleno de maldad y acabar atrapado en él.

LA PELÍCULA COMO MUSICAL

Tim Burton no sólo logra inmiscuirse de lleno en el género del musical, sino que demuestra su madurez respecto a sus anteriores trabajos, en los que únicamente coquetea con el musical. En este sentido, es Dante Ferreti (ganador del Oscar de la Academia por su magnífico trabajo de recreación del Londres victoriano) quien pone en marcha una espléndida dirección de arte. Conserva una puesta en escena plana, artificiosa y cumpliendo los requisitos y principios básicos de una obra teatral al mismo tiempo que aporta una gran tenebrosidad a los demás elementos. Las canciones pierden el tono histriónico del musical para convertirse, con diversos arreglos llevados a cabo por el director, en canciones tenebrosas, violentas y que tratan de encontrar las razones de la maldad más espeluznante. Del mismo modo, la historia es adaptada por Tim Burton, quien da un vuelco completamente a la historia en la parte final, diferenciando la trama de la narración original.

Sin embargo, y a pesar de que el conjunto de la película está asombrosamente bien combinado, el espectador puede sentirse cansado o decepcionado después de dos horas de visionado. Esta sensación se debe a que se produce una atenuación en las tendencias naturales del film, como si se hubiera tratado de adaptar a unas formas que no le corresponden. Un ejemplo de ello es la supresión del coro para la recreación de los temas musicales. Y es que, Tim Burton ha preferido recortar determinados aspectos del musical original para crear un impacto en el público, para crear la sensación de que la historia era narrada por primera vez, no envolverlo en la estética de la película o espacio creativo.

La música se grabó  durante un periodo de cuatro días por una orquesta formada por 64 músicos en el Air Studios de Londres. La supervisión fue llevada a cabo por Stephen Sondheim y Paul Gemignani.

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